nota 7


Ángeles

No es cierto que todo cambie. Hay un momento en el que parece que sí, un instante de resplandor en la hierba, cuando un solo gesto encajaría las piezas que nos queman. Pero las manos no alcanzan, y se oye de fondo un crujido. Lúcidos, despiertos... aunque tal vez dormidos. Y tal vez la vida fue ese segundo mágico que no llegó a tocarnos. Porque hubo un atardecer a escondidas en el parque. Muertos de frío, abrazados bajo unas estrellas que en Madrid siempre brillan desde lejos, sentimos el aleteo de un sueño. Una voz rota susurró: "tiene que ser esto... tiene que ser cierto". No tuve miedo. Dormía. La certeza me tocó tan dentro, que al despertar se hizo el silencio. No es cierto que haya un vacío, sólo es silencio. No es cierto que las personas acaben ocupando su sitio en nuestras vidas, que el tiempo cure las heridas, que todo cambie.

Demonios

En Madrid el frío no penetra la piel. Aunque las piedras reboten en el estanque helado. Sólo aquí los álamos son mástiles blancos sobre el césped verde y las hojas caídas resisten al invierno. Y aunque no quede nada de lo que fuimos... la misma ladera, el mismo árbol, el mismo resplandor en la hierba. Y puedo atravesar el parque, a través de la tierra roja, y llegar hasta allí, chapoteando en el espacio. Sentarme entre sus raíces sin sentir frío, y ver entre sus ramas el mismo pedazo de cielo, los mismos edificios dibujando el universo. Al otro lado del mundo. Exactamente el mismo lugar, la misma sonrisa, el mismo viento.

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