nota 5

In memoriam

La niña duerme, pero no aquí sino en otra habitación, cerca, muy cerca.

Me gusta acercarme a su cunita después de hacer el amor, acariciar su piel tierna y pálida, apenas rozada por el sol, apenas engendrada en mis entrañas como un milagro de vida, acariciada por la oscuridad herida de luna que parece buscar sanar en su delicado tacto el frío de la noche.
Duerme, plácidamente, como él cuando reposa adormecido sobre mi vientre, con su cuerpo aún firmemente amarrado al mío, aferrado a mi piel como una enredadera cálida y eterna que parece adentrarse en mi alma y acariciarla como si fuese tan delicada como la piel de la niña..
Me gusta acercarme a su cunita antes de que el sueño me venza y la nostalgia del calor de su padre me aleje de su sonrisa de niña apenas nacida para refugiar mi frío bajo las sábanas, abrazada a la calidez del vello rizado que también la ama.
Nunca llora mientras hacemos el amor, mientras él se hunde en mí como un océano; parece escuchar, dormida, el grito de la vida que el silencio le arranca a nuestros cuerpos cuando nos amamos. Parece soñar que aún es dos cuerpos a punto de fundirse en uno, como nosotros, bajo las sábanas, arrasados por el calor del amor que derrite las noches de invierno.
Calla, silenciosa, como escuchando cómplice lo que una vez fue ella: un grito de vida ahogado en la noche, de dolor y risa en el vientre recién estrenado.
Quizá sueñe con ser ella carne de otra vida, quizá espere que el tiempo se deslice suavemente sobre su piel de niña para poder gozar en brazos de aquel que en ella busque inaugurar su seno aún virgen con una risa.
Ciertamente ella es la vida, el calor que me abrasa las entrañas cuando él me ama, cuando siento su cuerpo derretirse sobre mis pechos húmedos de deseo, cuando el aliento se me pierde entre sus besos y la consciencia escapa lejos, entre sus dedos, que la acarician y poseen como sólo él ha sabido hacerlo.
Ella es la vida que tuvo que escapar para no estallarme dentro, que se me escurrió entre las piernas cuando se llenó mi vientre con su fuego. Lo supe cuando oí su llanto, cuando al nacer su voz reconocí en ella el grito de mi cuerpo al ser amado.

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