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Cuando Mary Wortley Montagu hizo inocular a sus propios hijos para protegerlos de la viruela, hubo murmullos de salón y crepitar de abanicos británicos.
En 1716 había decidido acompañar a su esposo a la corte turca en Estambul, y desde entonces ya había enviado a Inglaterra más de una carta de amor escrita en Turquí con la interpretación del significado de algunas plantas, flores y especias. La maravilla de las flores, proponía, era que las palabras y mensajes de amor -aún en los altercados- se podían trasmitir de manera sutil y refinada.
Se cree que el lenguaje de las flores comenzó en Constantinopla, en torno a 1600. Se dice que fue el rey Carlos II de Inglaterra el que trajo dicho arte a occidente, en el s. XVII, recopilando fuentes desde Suecia a Persia, y posiblemente tomando gran parte del lenguaje floral del arte japonés del Hanakotoba. Pero fue a principios del XVIII cuando Seigneur Aubry de la Mottraye y Lady Wortley Montagu, tras visitar la corte de Carlos XII de Suecia, exiliado en Turquía, plasmaron en sus narraciones el estilo de vida en la corte turca, incluyendo el Selam: el lenguaje de los objetos.
Mary Montagu regresó a Inglaterra en 1718, llevando con ella curiosos relatos acerca del lenguaje de las flores. Sin embargo, hasta 1763 no se tradujeron y publicaron sus narraciones, en las que se asignaban significados a cada flor, no por referencias a su apariencia o esencia sino por un ejercicio nemotécnico.
Fue en Turquía donde Lady Mary conoció la práctica de la inoculación. Sin embargo, ni siquiera las cicatrices de la viruela que mostraba para demostrar su eficacia, convencieron a médicos y científicos europeos de la idoneidad de dicha práctica. Era la vacuna. El mundo occidental tendría que esperar sesenta años para que se aceptara como medio válido en la lucha contra ciertas enfermedades.
El interés por la transmisión de mensajes utilizando el código floral se propagó, por supuesto, a Francia. En 1818 Madame Charlotte de la Tour escribía Le Langage des Fleurs, que salió impreso con 800 muestras florales. El libro fue considerado atrevido y muchas de las descripciones que contenía se tildaron de escandalosas, tanto, que fueron atenuadas en su traducción inglesa, pese a que la reina había comentado su deseo de leerlas. Sin embargo, en 1879 el Flower Lore... de Miss Corruthers de Inverness consolidó y universalizó la vinculación de la expresión amorosa con algunas especies florales.
Y, así, la tradición elaborada a lo largo de los siglos en torno al lenguaje de las flores, ha ido pasando de generación en generación como un delicioso secreto familiar, aunque su significado había empezado a traspasar los límites simplemente amorosos...

1 comentarios:

0nironauta dijo...

Está muy bien que documentes y apostilles el capítulo.
El lenguaje de las flores, el lenguaje de los abanicos, el de las miradas... dan para escribir varios diccionarios ;)

 
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